Rapé Indígena y la Espiritualidad: Un Nuevo Comienzo

Rapé Indígena y la Espiritualidad: Un Nuevo Comienzo

Si me hubieran dicho hace 25 años que mi vida daría un giro tan profundo, no lo habría creído. A los 40 años, estaba en un momento oscuro. Los problemas familiares me abrumaban, la tristeza me pesaba en el pecho y la depresión se volvió mi sombra constante. Hice lo que creí correcto: fui al psiquiatra, seguí sus indicaciones, tomé la medicación. Pero con el paso de los meses, en vez de sentirme mejor, me fui apagando, como si estuviera viviendo en un mundo de niebla.

Fue entonces cuando la vida, en su misteriosa sabiduría, puso en mi camino a un amigo que asistía a ceremonias indígenas. Me habló del rapé, de la ayahuasca y de la medicina de la selva. En aquel momento, yo no entendía nada de eso, pero algo dentro de mí despertó curiosidad. Decidí probar.

Recuerdo la primera vez que recibí el soplo del rapé. Una corriente de calor subió por mi cuerpo, mi mente se aquietó y, por primera vez en años, sentí un silencio profundo, un descanso para mi alma. Con el tiempo, cada ceremonia fue iluminando partes de mi historia que antes no podía ver. Entendí mis dolores, mis miedos, y lo más importante: comprendí que no estaba rota, solo desconectada de mi verdadera esencia.

Abandoné los medicamentos cuando supe que ya no los necesitaba. La medicina de la selva se convirtió en mi guía, y con ella, mi vida comenzó a transformarse. Me reconcilié con mi pasado, con mi familia y, sobre todo, conmigo misma. Aprendí que el rapé y las plantas sagradas no son solo herramientas de sanación; son llaves para recordar quiénes somos y de dónde venimos.

Hoy, a los 65 años, miro hacia atrás con gratitud. La mujer que fui a los 40 estaba perdida, pero tuvo el coraje de escuchar el llamado. Y ahora, la mujer que soy camina con certeza, con el corazón ligero y la mirada clara. La espiritualidad indígena no solo me mostró un nuevo camino; me enseñó que siempre tuve el poder de crear mi propia realidad.

Si sientes que algo en ti necesita despertar, escucha. La selva siempre está hablando, y su medicina nos llama cuando estamos listos para recordar.

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